Mi nombre es Nazaret y soy el fruto de tres generaciones de agricultores, y en particular y con mucho cariño, de mi bisabuela: La Gitanilla.
En este mundo cada vez más urbano soy de las pocas pero afortunadas personas que han tenido la suerte de crecer en un entorno agrícola. Desde pequeña acompañaba a mis abuelos y padres al campo, donde veía crecer distintos cultivos y me maravillaba con algunas prácticas agrícolas que me parecían casi mágicas. Guardo el recuerdo de mi primer injerto, para conseguir que en un mismo árbol de mango crezcan diferentes variedades de ese cultivo; o cuando supe de los diferentes mecanismos naturales de polinización que permiten que, donde antes había flores, unos meses más tarde encontremos frutos.
Gracias a ello aprendí y tomé conciencia, a muy temprana edad, de dónde procedían muchos de los alimentos que llenan nuestra mesa y desarrollé una gran sensibilidad hacia la naturaleza, dándole el respeto que merece y agradeciéndole todo lo que nos ofrece. Teniendo la convicción de que la forma en la que la cuidamos y lo que le aportamos afectará directamente sobre los alimentos que más tarde nos nutrirán.
En casa todos compartimos esta visión y por ello, hace más de 15 años, decidimos embarcarnos en el único camino que entendemos posible para la agricultura: el ecológico. A pesar de los inconvenientes que nos encontramos por aquella época, como la escasez de soluciones para la agricultura ecológica, el alto coste de producción o el desconocimiento de esta forma de agricultura, nuestra perseverancia nos hizo convertirnos en pioneros cultivando mango ecológico en España.
Hace más de 30 años, mi padre, que es ingeniero técnico agrícola de profesión y también de vocación, junto a mi madre, fundó un negocio local dedicado a la agricultura. Yo decidí formarme para ser parte del proyecto y así ayudar a la familia en su gestión, y de paso aportar mi visión y savia nueva al proyecto.
Sin duda, la agricultura ecológica es un estilo de vida y un mundo fascinante que me enseña algo nuevo cada día. Me encanta ver el equilibrio natural y el gran ecosistema desarrollado en nuestras parcelas gracias a tantos años de agricultura ecológica: suelos más fértiles, insectos autóctonos y microorganismos beneficiosos que ayudan de forma natural a evitar y controlar plagas y enfermedades y, por supuesto, la diversidad de fauna que apreciamos diariamente, como camaleones, pajaritos, lagartos, conejos y algún que otro búho. El mayor aprendizaje que me han dado estos años de experiencia es que la Naturaleza es sabia y agradecida, y te dará sus mejores frutos si la cuidas dándole lo que necesita.