Nuestra finca se llama Olivar Pastor. Casualmente, los antiguos dueños se apellidaban “pastor” y de esta forma se la ha conocido durante más de un siglo. Allá por el año 1932, mi abuelo la alquiló para explotar su ganadería. Tanto él como mi padre se dedicaron a la producción de leche, que vendían a los vecinos de la zona, y a productores de queso. “El Gazul” es el nombre de nuestra quesería. Su nombre hace alusión al rey musulmán que gobernó estás tierras, antes de la reconquista cristina, y que dió nombre a nuestro castillo y pueblo, el “Castillo de los aguerridos/de los victoriosos”.
Nos encontramos en las proximidades del Parque Natural de los Alcornocales, en la campiña de las Jandas. Es una zona en la que los bosques mediterráneos de alcornoques se mezclan con zonas de pasto, cereal y viejos olivares. Aquí el desarrollo ganadero extensivo es predominante, con vaquerías, cría de cerdos ibéricos, y rebaños de cabras y vacas para carne, etc. Los alcalaínos nos sentimos privilegiados por vivir en un lugar tan único y atractivo, rodeados de frondosos bosques en los que perderse, y a un paso del mar mediterráneo y el océano atlántico.
Estas sierras sirvieron de cobijo a un grupo de guerrilleros que mantuvieron activa su lucha durante la primera mitad del siglo XX. Conocidos como los “maquis”, operaban contra el régimen político de la época, y fueron co-protagonistas de una de las historias más dramáticas de mi familia. Cuando mi padre rondaba los 25 años, algunos maquis lo siguieron por las montañas para capturarlo y pedir una recompensa a mi familia. De esta forma financiaban su actividad bélica, y de no cumplir las familias con sus exigencias, sólo podía esperarse un mal fin para el secuestrado. Mi abuelo, muy apurado por la situación, buscó ayuda entre amigos y familiares, y al cabo de 3 días logró reunir la recompensa que le demandaron. Fue la ruina para la familia, pero solo así mi padre logró salvar su vida. Aquello le marcó sobremanera… pero no fue motivo suficiente para dejar la ganadería, la cual trabajó hasta la jubilación.
Otro hecho destacado en la historia de nuestra finca, relacionado también con la guerra civil, fue la caída de una bomba en nuestro pueblo. Mi abuelo acogió a muchos vecinos que huyeron aterrados, y que pudieron subsistir gracias a nuestras cabras y cerdos. Es terrible todo lo relacionado con las guerras… y quienes de alguna forma lo hemos vivido de cerca, comprendemos la desesperación de las familias que buscan refugio.
Años después, cuando ya entendí que la ganadería sería mi vida, compré la finca “Olivar Pastor”. Aquí nuestros animales viven en libertad, si bien cuentan con una granja donde refugiarse los días de lluvia. Toman el agua del río Fraja que discurre por la finca. Cuentan con pasto suficiente, además de aceitunas y grano que cultivamos para ellas. Trabajamos en ecológico desde 2008, cuando Paco Casero (referente de la agricultura y ganadería ecológica de Andalucía) me convenció que esta es la mejor opción para defender nuestro trabajo y preservar los recursos de la tierra. Ha sido y seguirá siendo un camino sorprendentemente del que ya soy embajador en mi región. También contamos con placas solares para nuestras instalaciones. Y el estiércol que generamos lo usamos para fertilizar nuestros campos, y los de nuestros amigos agricultores. ¡Y de esta forma cerramos el círculo!
En lo laboral, contamos con 3 empleados en la finca, y 15 en la quesería. El 50% del equipo lo representan mujeres. La rotación es muy escasa, ya que nos gusta trabajar la confianza e implicación entre los empleados. Todos cumplen funciones específicas, si bien es importante conocer todos los procesos para ser multifuncionales.