La finca el Nevero se ubica en el sureste de España, a las puertas de la Sierra del Segura. La finca está rodeada por otras fincas de almendros, tierras de labor, pinares y monte bajo medirterráneo (esparto, tomillo, romero, retama).
La zona donde se encuentra la finca, los campos de Hellín, es una zona agrícola con un clima semiárido, con unos inviernos muy duros con unos veranos secos y con temperaturas muy altas. Antiguamente era una zona muy próspera gracias a la industria del esparto, pero la llegada de las fibras sintéticas hizo que toda la industria desapareciera afectando bastante a la zona.
Desde que empezamos el proyecto en 2014, hemos tenido el objetivo muy claro: queremos que nuestros aceites se expresen y representen su entorno y cuidados, que acerquen a los consumidores al cultivo y a la zona donde se producen, que no sea un simple commodity. Apostamos por esta zona porque consideramos que tiene unas características peculiares que hacen que el aceite tenga unas cualidades únicas.
Antes, era una antigua finca de cultivos extensivos que hace unos 20 años se convirtió a olivar, cultivo tradicional de la zona, aprovechando el agua subterránea disponible. Soy consciente de que el agua es un bien limitado y muy escaso en nuestra zona, por lo que siempre he intentado optimizar el uso de ésta. Usamos un sistema de riego por goteo con una balsa de acumulación. Además, tenemos una instalación de energía fotovoltaica y llevamos una monitorización del riego gracias a tecnologías de agricultura de precisión mediante el uso de sensores de humedad, que nos ayuda a saber cuándo, cómo y cuánto agua debemos aplicar a nuestro cultivo. Estimamos que nuestro olivar necesita aproximadamente 2000 m3 de agua por hectárea y año.
En 2016 empezamos la conversión a cultivo ecológico, siendo la primera cosecha de producción ecológica en 2019. Este cambio va a acorde con nuestro enfoque de sostenibilidad: económica (hacer una explotación rentable), social (generar un impacto positivo en la zona) y medioambiental (cuidado y respeto de nuestro medio). Una de mis mayores preocupaciones es nuestro suelo, un recurso que no es nuestro, que tenemos que mantener y cuidar para futuras generaciones. Mantenemos cubiertas verdes todo el año y desbrozamos en momentos puntuales para evitar competencia por el agua con el cultivo. Estas cubiertas nos ayudan también a que haya presencia de entomofauna auxiliar que nos ayuda a tener un mayor equilibrio en las distintas poblaciones de animales que hay en la finca. También hay ciertas zonas en la finca sin cultivo y las zonas limítrofes de monte bajo que sirven de refugio para los animales. Los insectos son uno de los engranajes más pequeños de los ecosistemas, sin ellos, los ecosistemas terrestres y acuáticos colapsarían.
Estamos involucradas cuatro personas en este proyecto durante todo el año. En épocas de mayor carga de trabajo, principalmente en labores como la poda o la cosecha, contratamos a gente local, para generar un impacto positivo en la zona.
Por lo general, el día a día en la finca se puede describir de la siguiente manera, yo me dedico a la dirección técnica tanto en campo como en la almazara, además gestiono la parte comercial. José es nuestro encargado de campo, se encarga de coordinar todas las labores para que nuestros olivos tengan siempre los cuidados que necesitan, para ello cuenta con la ayuda de Pedro, que es quien le ayuda con todas estas tareas. Carolina es la responsable de control de calidad durante la campaña.
En cuanto a los residuos de la cosecha, en el caso de la aceituna se puede aprovechar prácticamente todo. Desde el principio hemos intentado cerrar el ciclo, intentando minimizar la dependencia de insumos externos. Por un lado, la hoja la usamos junto con el orujo para hacer compost. Y el hueso lo separamos y es vendido a parte como biomasa. Con la aceituna, si la sabes gestionar, no se desperdicia nada.