Me llamo Sangha Dia, aunque en Algarrobo me conocen por Dicke. Nací en Medina Dakar, un pequeño pueblo de la zona norte de Senegal, conocida como Louga. Allí la mayoría de las familias se dedican a trabajar la tierra: los niños hacen de todo un poco según sus posibilidades; las mujeres están más dedicadas a las tareas del hogar, aunque también ayudan en labores agrícolas; y los hombres realizan las tareas de mayor esfuerzo. Cultivamos para comer y si sobra algo, lo vendemos para comprar otros bienes que no podemos producir.
A los 34 años conocí a Daour, mi actual esposa. Pronto fuimos padres de Fatou y Sini, y quisimos una mejor vida para nuestras hijas. Éramos conscientes de los riesgos que suponía un viaje en patera a Europa, pero era una obligación intentarlo. Normalmente la gente piensa que la parte más arriesgada de este viaje es cruzar la “frontera de sal”, pero antes nos enfrentamos a meses, en mi caso 8, malviviendo en Marruecos hasta que encontramos la posibilidad de cruzar el Estrecho de Gibraltar. Durante mis meses en Tánger, pude subsistir gracias a la caridad de la gente del lugar, pues no había opción a trabajo ni hospedaje.
Mi primer intento de cruzar el Estrecho fue un fracaso, ya que las mafias me estafaron todo cuanto tenía en ese momento. Por fin, en el verano de 2004, en una noche muy silenciosa, llegué a la costa de Barbate (Cádiz). Nos recogió Cruz Roja en la playa y durante 21 días estuve en un campamento para inmigrantes irregulares. Ya en España, si no tienes papeles, el gobierno te exige 3 años de estancia en el país para regularizar tu situación; se logra mediante un precontrato que se firma con algún empresario, a jornada completa como mínimo por un año, lo cual se hace prácticamente imposible para alguien que desconoce la cultura y el idioma del país, y además no tiene papeles. Viajé hasta Algarrobo en busca de mi primo Mamadú, que me acogió en su casa. Rápidamente me puse a trabajar en la venta ambulante de CDs de música y DVDs; mi familia necesitaba dinero. Este es el trabajo más visible de los senegaleses que llegamos a España, pero entraña sus riesgos: la cárcel. Allí acabé yo durante 8 meses.
Al salir entendí que debía integrarme, aprender el español y conseguir trabajos que me ofrecieran nuevas oportunidades. El primer paso fue involucrarme con la ONG Málaga Acoge; ellos ofrecen la oportunidad de lograr derechos para inmigrantes sin papeles, como yo. Allí fue donde conocí a Pedro, mi amigo y socio. Él ha vivido siempre ligado a la acción social; sus clases de español eran mucho más que gramática y vocabulario, pues en su forma de enseñarnos había comprensión, empatía y compromiso por ayudar. No sé cómo ocurrió, pero Pedro decidió dar un paso más para apoyarme. Me dio trabajo en su huerta, e involucró a su hijo (también Pedro) para que alguna empresa me ofreciera un contrato formal que me diera opción a lograr la residencia.
Tras 11 años como inmigrante sin papeles, gracias a mi familia española, y especialmente a Pedro (hijo) por su gran conocimiento y concienciación sobre la situación en mi región de origen, logré ser un ciudadano con derechos, trabajo y futuro para mi familia. Ellos aún viven en Senegal, y mi sueño es adquirir en España los conocimientos y recursos suficientes para desarrollar mis propios proyectos en mi tierra, y lograr así una mejor vida en nuestro país, ¡ojalá podáis acompañarme en esta aventura!
Hoy en día, soy socio de Pedro (padre) en la producción de boniato y mango ecológico, trabajo codo con codo con Pedro (hijo), y colaboro en las fincas de tropicales de otros amigos de la zona.