La finca de en la que se cultivan las frutas y se fabrican las mermeladas es conocida en la zona como finca “Los Córdoba”. Este nombre proviene de la familia Córdoba, a la que pertenece la finca desde hace más de 100 años. Está situada en la zona conocida como Río Seco Bajo y de hecho linda con el río, que solo lleva agua cuando llueve. Toda la zona está dedicada al cultivo de frutas tropicales. Por suerte la mayoría de nuestros vecinos practican una agricultura sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
Cuando la finca cambió de generación y pasó a manos de mi marido, se comenzó a explotar como una actividad agrícola complementaria. Tan solo se cultivaban frutas y se vendían, sin dedicar toda la atención que merece a la gran diversidad de productos que se cultivaban. Esto cambió hace 10 años cuando emprendimos el proyecto de mermeladas tropicales artesanales. Este emprendimiento, que desarrollé yo misma gracias a mis conocimientos en industria alimentaria, consiguió desarrollar al máximo el potencial de la finca.
En mayor o menor medida todos estas especies de frutales necesitan agua de riego durante alguna época del año. La pluviometría media anual en la zona es de unos 450 mm y en verano no llueve. Para regar disponemos de un pozo registrado, con una bomba para impulsar el agua hasta una balsa situada en la parte alta de la finca. Desde la balsa regamos por gravedad la totalidad de la finca con un sistema de riego localizado para no desperdiciar agua. Las temperaturas de la zona son lo suficientemente suaves para que estos frutales tropicales pasen el invierno sin mayor problema, exceptuando las papayas que aún con inviernos suaves sufren, sin llegar a morir.
Fertilizamos nuestras plantas basándonos en análisis foliares y de suelo, para aportar solo lo que necesitan. Generalmente suplimos sus necesidades con distintos tipos de estiércol o con abonos fosfóricos y potásicos certificados ecológicos, que en esencia son rocas trituradas que contienen estos elementos.
A la hora de luchar contra plagas y enfermedades tenemos en cuenta que no todos los insectos y microorganismos son perjudiciales. Empleamos métodos que combatan a los “malos” y respeten a los ”buenos”, como por ejemplo: empleo de trampas de feromonas que combaten la mosca de la fruta; lucha biológica con ácaros, que sólo atacan a diversos insectos dañinos; empleo de aceite para combatir cochinillas, etc.
La finca la cuidamos entre tres personas, Antonio, que es nuestro peón agrícola, Alberto, que es mi marido y yo. ¡Aunque siempre estamos acompañados de fauna como los camaleones! Estos son una especie endémica de la zona y que no es extraño encontrar cuando vamos a cosechar la fruta.
Antonio trabaja con nosotros desde antes de iniciar este proyecto, de hecho ya trabajaba con la anterior generación. Es originario de un paraje de Almuñécar llamado Gelibra y toda su vida se ha dedicado al campo. ¡Acostumbra a decir que nació debajo de un aguacate! Comenta estar feliz trabajando en una finca donde no se utilizan plaguicidas, y debe ser así por la cantidad de años que lleva trabajando exclusivamente con la familia. Combina el trabajo de peón agrícola, en el que cotiza según el convenio del campo, con el trabajo en su pequeña finca de Gelibra. Durante algunos días de la cosecha necesitamos incorporar durante unas semanas a uno o dos peones más. Antonio se encarga de buscarlos entre sus amigos, para que se sienta cómodo con la gente que trabaja con él.
Durante la cosecha seleccionamos las frutas más bonitas para la venta en fresco. El destrío, frutas dañadas, deformadas, con manchas… con algún defecto estético pero que conservan todo su sabor y que se desechan durante la recolección o en los centros de comercialización, lo destinamos a nuestra industria artesanal.
Yo soy la responsable de la transformación de estas frutas en mermeladas, las hacemos en un pequeño cortijo de unos 60 m2 localizado en la misma finca. En su interior dispongo de toda la maquinaria necesaria para su procesamiento. A pesar de su pequeño tamaño está certificado en ecológico por el Comité Andaluz de Agricultura Ecológica. También cuenta con el registro sanitario, que garantiza la salubridad del producto final obtenido.
Tanto en la industria como en la parte agrícola se generan subproductos que se reutilizan en la misma finca para conseguir un ciclo lo más cerrado posible. Los restos de poda, que la mayoría de agricultores queman con la consiguiente contaminación del aire y la pérdida de fertilidad del suelo aquí los incorporamos al mismo suelo. Los trituramos junto con las malas hierbas con una potente desbrozadora. Con esto conseguimos mejorar el nivel de materia orgánica del suelo y su fertilidad. Y los residuos de la industria, que básicamente son pieles y semillas también se incorporan al suelo con la misma finalidad.