Nuestra finca recibe el nombre de “La Finca de la Abuela” en honor a mi bisabuela. Cuando mi padre tenía 11 años se quedó huérfano de padre y tuvo que dedicarse a la agricultura para ayudar económicamente a la familia. Para referirse a este campo, la familia Sanchis la llama con el nombre de la Finca de La Abuela, y casi 200 años después, todos seguimos llamándolo igual por tradición y en homenaje a Francisca.
En sus orígenes estos campos eran arrozales, que posteriormente fueron plantados de naranjos y finalmente, debido a la climatología del lugar y con el objetivo de diversificar, en 2007 decidimos sustituir los viejos naranjos por kiwis.
Nuestra finca está en Picassent, un pueblo de tradición agrícola con más de 21.000 habitantes, concretamente en el término de “La Coma” rodeada de otros cultivos de kiwis y naranjos, y lugares singulares como la Torre de Espioca.
Como ya os adelantaba antes, es una finca familiar de más de 200 años, trabajada por nuestro padre desde hace más de 60 años y que hoy en día y gracias al esfuerzo de todos los que trabajamos en ella sigue dando frutos. Aunque desde pequeñas íbamos todos los sábados a “dar un paseo” por los campos mientras mi padre se ponía al día de lo ocurrido durante la semana, no fue hasta 2019 cuando empecé a trabajar en ella, eso sí, sin dejar de lado la tradición de los paseos.
Regamos por goteo con agua procedente de la Acequia Real del Júcar que cumple con los estándares ecológicos. Adicionalmente, se realizan análisis anuales para comprobar el estado del agua. Hace años se regaba mediante inundación, lo que implicaba que literalmente se inundaba el campo gastando casi el triple de lo que gastamos al haber instalado el riego por goteo (aproximadamente 12,8 metros cúbicos por planta al año).
Somos partidarios de una agricultura sostenible para que podeamos vivir de los campos generación tras generación. Obtuvimos la certificación en Agricultura Ecológica en 2018, lo que supone que desde 2015 eliminamos de nuestra finca herbicidas, pesticidas, productos químicos… y todo aquello que no respetara el medio ambiente. Cortamos la hierba y la trituramos, dejándola como cubierta natural para dificultar que crezca de nuevo y que con el paso del tiempo, se convierta en abono vegetal.
En nuestro campo trabaja activamente una persona durante todo el año, ayudada en picos de trabajo como puede ser la poda o la recolección por 3 personas más, todas ellas en condiciones laborales mejores que las marcadas por el convenio. El día a día es muy variado, cada uno aporta lo que puede y gracias a nuestro trabajo y mucha comunicación hacemos posible que todo salga adelante.
En los kiwis el destrío es mínimos y por tanto lo “sobrante” de nuestra producción lo destinamos para nuestro uso propio y el de los miembros del equipo. Además, aquellos que se quedan en el árbol y más tarde caen al suelo sirven de alimento como materia orgánica para el suelo.