La Finca Clavero forma parte de la familia desde 1982, cuando mi padre la compró, pensando en mi abuelo. Mi abuelo fue un hombre que amaba mucho el campo, por lo que en cierto modo considero que fue un regalo de hijo a padre. En aquel momento se bautizó con el apellido de la familia “Clavero” y así la conocemos hasta hoy. En aquella época no era común el cultivo de mangos y aguacates en la zona, por lo que mi padre y mi abuelo fueron pioneros que se atrevieron a plantar cultivos muy exóticos para la fecha.
Durante muchos años la finca la gestionaron entre mi padre y mi abuelo. Ellos nacieron y se criaron en Benamargosa, un pueblo cercano a la finca. El paraje donde se localiza es conocido como “La Crujía” y está entre los ríos Vélez y Benamargosa, una zona protegida de fuertes vientos al lado de la carretera que une el Trapiche con Benamargosa. La finca cuenta con una casa que se construyó en los años 80 para el disfrute de la familia. Yo he pasado allí muchos veranos desde que era pequeño y hoy la disfruto con mis hijos, a los que les inculco mi amor por la tierra que yo tengo. Lamentablemente, tanto mi padre como mi abuelo ya no se encuentran entre nosotros, y somos mi hermano y yo los que mantenemos la ilusión por el cultivo, que con tanto amor nos trasmitieron desde pequeños.
Desde que mi hermano y yo comenzamos con la gestión de la finca, su modernización ha sido fundamental. Los sistemas de riego eran obsoletos, por eso hemos priorizado su actualización. Hemos cambiado todas las gomas de riego e instalado un sistema de control online; esto nos permite optimizar, prever fugas y darle a cada árbol exactamente el agua que necesita. El agua de riego proviene de la comunidad de regantes del río Benamargosa, aunque también contamos con un pozo que usamos en caso de emergencia. Un árbol adulto de mango necesita unos 10-20L de agua al día y un árbol de aguacate unos 40-50L durante el verano.
Otro punto importante para nosotros ha sido obtener el certificado de agricultura ecológica. Tanto mi hermano como yo consumimos productos ecológicos de forma regular, es una convicción que tenemos para mejorar nuestra salud y del planeta. Por eso, en 2018 entramos en el proceso de conversión y en 2021 hemos obtenido este sello de calidad.
El equipo de trabajadores de la finca está formado por cuatro personas: son vecinos de las tierras y llevan trabajando toda la vida con nuestra familia. El trabajador que más tiempo lleva con nosotros ha estado con la familia durante más de 20 años, y los otros tres son familiares y conocidos suyos. En la época de recolección contratamos más personas de la zona que nos apoyan en estas labores. También cuento con Carol, que me ayuda con la administración y redes sociales. Todos reciben sueldos de acuerdo al convenio colectivo de Málaga.
Contamos con colmenas en la finca, unas son perennes y están allí todo el año, pero en época de floración instalamos más para que los árboles se polinicen mejor. Dejamos la hierba crecer y la desbrozamos de forma mecánica durante primavera. Esta acción además de proteger el suelo aumenta la biodiversidad de la zona ya que permite que otras especies puedan asentarse en la finca. Además, incorporamos los restos de poda al suelo para enriquecerlo en materia orgánica y aumentar su fertilidad. La fruta la seleccionamos de forma manual, cada mango y aguacate se revisa de nuevo en la finca, y posteriormente se inspecciona de nuevo a la hora de hacer la caja. Si alguna pieza está dañada o muy madura y no se puede enviar, la vendemos en el mercado local o la dejamos que composte en la misma finca.