Nuestra finca Casa Alta se conoce por su casa, una construcción del siglo XIX ubicada en la cima de un monte que domina toda la zona. Su uso siempre estuvo ligado a la agricultura, en aquella época el cultivo de secano, para producir almendras, aceite de oliva y pasas. Sin embargo, cuentan las historias que por su ubicación estratégica, los propietarios de la casa dieron refugio a uno de los bandoleros más conocidos de Andalucía, Manuel Melgares. Junto con su banda de forajidos, como el Bizco de El Borge, se dedicaron a extorsionar a los terratenientes y perpetrar atracos, al estilo de las películas del Lejano Oeste, en una constante huída de las autoridades, que los señalaron como sus principales enemigos.
Casa Alta se encuentra ubicada en la comarca de la Axarquía, muy cerca de las playas de Torre del Mar, en la zona conocida como Las Chorreras. Recibe este nombre por ser una zona de paso de aguas, que desembocan en el arroyo de Babucena, un pequeño cauce de agua que desemboca en las playas de Mezquitilla, y que siempre lleva agua.
Esta zona es privilegiada, por su excepcional clima de temperaturas templadas y horas de sol. Por ello el cultivo de frutas tropicales es muy destacado. Mi familia compró la finca en los ‘70, y fuimos de los primeros en plantar aguacates. Hoy día son unos árboles majestuosos, que forman parte de la historia de la finca. En la finca tenemos viejos árboles de algarrobos y vides moscatel, reflejo de la actividad agrícola de otras épocas.
Otro cultivo que promocionamos fue la fresa, muy reconocida por su espectacular sabor. Conocidas como “las fresas de Algarrobo”, hoy día algunos agricultores las siguen cultivando como cultivo menor, pero son muy reconocidas y apreciadas; nosotros las cultivamos para consumo propio.
La historia más reciente de Casa Alta nos lleva a hablar de investigación e innovación, en línea con los tiempos que corren. En 2015, unos amigos de mi familia nos ofrecieron utilizar nuestros invernaderos para desarrollar un cultivo bastante desconocido en la zona, la producción de papayas. Estos amigos son investigadores de un reconocido centro dedicado al estudio de cultivos tropicales, y desde años venían trabajando con la papaya, para demostrar que en el sur de Europa se puede producir comercialmente, y evitar así la exportación desde países tropicales.
Gracias a su labor, a las muchas pruebas realizadas y al trabajo en equipo, logramos una producción viable de una papaya rica y jugosa, cultivada bajo la normativa ecológica de UE, que es muy apreciada y demandada. Esto nos ha permitido dar una vida a nuestra finca, contratar más trabajadores y fomentar el interés por la papaya producida en Europa.
En cuanto a las necesidades hídricas, el papayo es una planta que necesita 20 L cada 5 días aproximadamente, parecido a un platanero. El agua de nuestra finca proviene de un embalse bastante conocido en la zona, La Viñuela, pues nutre a la mayor parte de plantaciones de la región. Para optimizar cada gota de agua, utilizamos riego por goteo y tensiómetros, que nos permiten saber cuándo hay que regar y en qué cantidad. Los invernaderos son necesarios para simular el clima tropical que necesita la planta, de alta humedad y calor, y conseguir así una fruta dulce y sabrosa. No usamos fuentes mecánicas como calefactores o ventilación asistida; es el sol y el agua quien nos ayuda a favorecer la humedad tropical. Y por supuesto, cada vez que renovamos la cubierta del invernadero utilizamos puntos autorizados de reciclaje.
Toda nuestra finca está certificada como ecológica, de modo que realizamos una gestión integral de todos los cultivos. Por ejemplo, los restos de poda de los papayos los utilizamos como materia orgánica triturada para favorecer el desarrollo del suelo. Y las colmenas que tenemos por las fincas, nos ayudan a polinizar las flores de la papaya, aportando alimento a las abejas en las épocas en las que el polen escasea. Además, favorecemos el control biológico, mediante organismos de nuestro entorno que luchan contra las plagas que dañan al papayo, para así evitar el uso de químicos.
La papaya ha supuesto una oportunidad para varias familias, que gracias al incremento de trabajo en la finca, entraron a formar parte de nuestro equipo de trabajo. Así, al equipo habitual de dos trabajadores, se unieron recientemente otros dos que son ya parte de la familia de Casa Alta. Además, nuestros amigos investigadores son parte del proyecto, como socios que aportan el conocimiento y la experiencia necesaria para producir nuestras ricas papayas.
Nuestras papayas son tan apreciadas, que se aprovechan todas. Aquellas que no cumplen con los requisitos mínimos de calidad para ser vendidas como fruta fresca, se destinan a procesados tales como mermelada ecológica y zumos. Por ello nuestra finca se suma al movimiento de lucha contra el desperdicio de alimentos.